“El arma del enemigo no es el fusil, es el dinero”: Petro ordena al Ejército “destruir” los negocios ilegales del Clan del Golfo y del ELN
las masacres contra el campesinado o los líderes y lideresas sociales continuaron.
Con la llegada al poder de Iván Duque (2018-2022), heredero de Uribe y quien había hecho política en contra de este tipo de acuerdos, la situación fue peor. Como respuesta, algunos de los guerrilleros que habían asumido el acuerdo retomaron las armas a través del grupo disidente conocido como Segunda Marquetalia (el lugar donde se fundaron las FARC hace más de cincuenta años). Destacaba la presencia de ‘Iván Márquez’, quien había actuado como número dos durante las negociaciones en La Habana, así como de otros comandantes de las extintas FARC-EP, como ‘El Paisa’, ‘Romaña’ y ‘Jesús Santrich’.
Este escenario previo de incumplimientos es vital para comprender las reticencias de los grupos guerrilleros. No obstante, es importante destacar que, desde la llegada de Petro al gobierno, y su prioridad por lo que ha denominado ‘Paz total’, el escenario es evidente que ha cambiado.
Colombia ha sido propiedad privada de unas cuantas familias que han puesto al país al servicio de intereses extranjeros. Son ellos los defensores de la violencia, porque la violencia garantiza su actual statu quo.
Igualmente, es necesario asegurar que un cambio de gobierno no vaya a deshacer lo construido y, en ese sentido, es natural que se esté yendo con pies de plomo para estas negociaciones. Colombia necesita un cambio estructural donde un acuerdo de paz con los grupos guerrilleros sea un refuerzo para ese camino. Esos acuerdos no pueden entenderse como un fin en sí mismo, sino como un paso necesario para el equilibrio de fuerzas que necesita el país para su transformación.
Frente a la ‘paz total’ que está defendiendo el gobierno se enfrentan los defensores de la ‘guerra total’. En ese sentido, no podemos dejar de mencionar la guerra mediática que se está implementando en Colombia contra el Gobierno de Gustavo Petro, destacando los ataques racistas contra la vicepresidenta Francia Márquez, que ponen de manifiesto, una vez más, el carácter reaccionario y la negación de la realidad colombiana que representa la derecha política del país, principalmente la uribista. Igualmente, el uso torticero del poder judicial, que a través de manidas estrategias comunicativas tratan de imponer su propio relato y recordarle con ello a Petro que llegar al gobierno no significa exactamente llegar al poder. Colombia ha sido propiedad privada de unas cuantas familias que han puesto al país al servicio de intereses extranjeros. Son ellos los defensores de la violencia, porque la violencia garantiza su actual statu quo.
La paz necesita una transformación profunda de Colombia que revierta la situación de desigualdad social y económica de su población.
Como decía al inicio, lo que se enfrenta en Colombia son dos posiciones antagónicas: la Colombia que quiere una transformación hacia una sociedad justa y la Colombia que se ha beneficiado, y que aún se beneficia, de un estado permanente de violencia. La paz no se puede entender solo como apagar los fusiles, requiere construir un destino diferente para el país suramericano. La paz necesita una base material concreta para desarrollarse, necesita una transformación profunda de Colombia que revierta la situación de desigualdad social y económica de su población.
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